11 mayo 2006

Trasatlántico

Como la Maga, has escrito sin otro logos que no sea tu propio impulso.

No eres la Maga, ciertamente, no te llamas Lucía ni emerges del Sena. ¿Se te ha muerto algún hijo? Eso ha de ser un horror, o tal vez no, tal vez sólo sea algo que sucede en el cuarto contiguo. De ahí qué otra cosa se podría hacer sino caminar en la lluvia, ir a un concierto de piano del que no se tenía idea, terminar con las líneas de la mano hechas trizas, y el destino en otro lado, perdido, mutado, jamás descubierto, qué sé yo, como tú, que no sabes otra cosa que no sea el no ser la Maga, aunque Horacio ande allá afuera mascando silencios.

El insomnio, el desvelo, la lectura, París, realidades paralelas a lo que en realidad ocurre, del lado de acá (me gusta tanto Nowhere man de los Beatles), que es que Traveller ha besado a Talita a mitad de una función de circo, viendo entonces el boquete allá arriba, y nadie pensaba en el mecano ni en una casilla última… la ascención debe estar en otra parte, debe estar por ahí para quien la busca, pero cómo buscarla si no hay otro logos que no sea el razonamiento de cada idea, de cada palabra bien colocada, ascépticamente colocada.

Entonces pienso en tu impulsividad, en tu deseo de verbo con un (no tan)desconocido. Pienso en cómo alzaste palabras de la tierra para aventarlas con fuerza hacia México (bien recibidas, créeme, llegaron sanas y salvas). Ahora yo con la esperanza de regresar el color perfecto, tal vez amarillo, y por ahí un abrazo con un antifaz.

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