19 abril 2005

El Lado A

El Senario es un cuento el cual he venido preparando desde hace tiempo. Lo quiero realizar como se realiza toda Gran Prueba, como si el sentido de mi destino estuviera en la escritura de ese relato. Será que por eso llevo postergándolo más de un año, no por miedo a que la ejecución técnica, de aquello llamado lo literario, me resulte insatisfactoria; mucho menos por el desafío que implica esa cita con lo que, algo me dice, será el clímax de mi existencia artística (qué palabras, qué ideas... qué oculto sarcasmo...); digamos que si lo voy postergando es por conveniencia, por apatía, porque con ello he encontrado un valor sumamente distintivo: postergar como juego que en ningún momento se desea culminar, como acto indagatorio que devela lo palpitante de la escritura, el sedimento vital de palabras como literario, narrativa, su centro sin periferia.

(¿Qué clase de lucrativa correspondencia existe entre la escritura y el silencio?)

Nada llevo escrito de él, sólo algunas notas sueltas que no me servirán de mucho llegado el momento. Sin embargo, no cabe duda que éste es el mejor texto que he hecho, con todo y que resulte un completo e incuestionable mutismo conducido por ese encanto de lo ausente, de lo no físico, aunque siendo sincero, sí lo he hablado, mi mujer ha sido estoico testigo de las más exquisitas interpretaciones que ya he hecho de él, aunque aún posea una trama velada, tal vez inexistente, tal vez imposible, eso no importa, ya El Senario ha sido el hallazgo de un intersticio en el tiempo, la desapertura de la hoja blanca tallada en el recuerdo, la presencia del viscoso y preciso silencio.

(¿Qué tan correspondientemente lucrada la relación entre una y otra?)

Y sí, a mi mujer la he tenido al tanto de ese cuento que tal vez, sólo tal vez.

Y también, írselo hablando resulta ser una especie de publicación, de performance, de acto sensorial indudable (empiezo a contradecirme con lo escrito más arriba). Sus blancos oídos han sido la inapelable audiencia y el máximo cómplice. Éste es mi juego íntimo de la noche en vela en un café, con ella tomando alguna bebida dulce, con la Docta Explicación de mi cuento para terminar en casa jugando bibliomancias con los canales de TV mientras El Senario inicia sesión en alguna otra parte del tiempo, en alguna otra parte del humo nocturno que deriva rocío matinal, del vacío, en alguna otra instancia de lo físico silente.

(¿Qué el lucrativo mutis no existe sin sus correspondientes bitchy words words words?)

Sé: que de algún modo ha sido publicado ya, que de algún modo no es literatura aún.

El Lado B

Seis indigentes, prácticamente invisibles de día, se juntan por las madrugadas para platicar de Lo-Pro-fun-do. Su territorio es la colonia Polanco, en la ciudad de México, a lado de calles como Horacio y Moliere, Petrarca y Poe, grandes complejos, gigantes corporativos, Masaryk, judíos. Sus juntas son en la escalinata del Auditorio Nacional. El fuego jamás se les apaga porque con el primer cigarro van encendiendo el resto durante toda la noche, parecido a la llama olímpica que recorre el mundo previo a los Juegos. Son indigentes, no tienen encendedor. Pero tienen cigarros. Siempre. Juegan al cubo con insistencia. Escribían poesía en la juventud. Uno de ellos vivía (seguramente) en una calle tipo Pérez Galdós o Newton cuando tenía 23 años. Algunos llevan por nombre Viola, Nazul, Rojelio, Amaro. Su única posesión que atesoran denodadamente es ése mentado cubo de plástico.

Eladocé

...un escritor que no escribe su obra maestra... ...y por eso mismo lo es... ...y por eso mismo cuando lo haga... ...¿temporalmente será eso una renuncia a la representación institucional de la literatura?: escribir palabras prepúblicas / leer palabras yapúblicas, no sé si esos sean, de inicio, los primeros indicadores por donde hay que comenzar para considerar a lo literario, ni si en caso de que se carezca de alguno de ellos se puede ser cualquier otra cosa excepto Literatura.

Aquí el punto importante (y tan absurdo, y tan inútil) es la conciencia de lo placentero al momento de la planeación de un texto (lo placentero como identidad del hombre moderno). Ahí donde nada es aún literario y sí recuerdo en pleno está el verdadero centro, absoluto y complejo como el pensamiento humano, como el potencial humano.

Disfrutar ese desarrollo previo a la articulación de tanta idea suelta. tRansformar esas ideas sueltas en colectividad armoniosa. diSfrutar los instantes de transformación del escritor. disFrutar analizar al respecto de dicha estructura de dicho disfrute. leErpensarescribir, pEnsarescribirleer, Escribirpensarleer.

Todo es CENTRO para mí.

Par a mí.

Paramí.

Paramiense.

Pero principalmente soy un paramiense de pe a pa (Paramí, sobria nación de la extranjería, tierra seca del trópico, muy cerca de Estocolmo, parecida a Viena pero no). Paramiense con el suficiente tiempo libre y un espejo de bolsillo: Escritor mediocre, Cantante de ópera con tenis y playera de Suburbia, Fotógrafo de lo oscuro, Integrante del Senario que al tirar el dado cae siempre en 7. O en 0. El mejor jugador de la banca. La repetición insistente de un cielo nublado donde nada pasa. Donde nadan las pasas. El publicador que no se toma en serio. Ni a sí mismo. Y por ello. Y para todo ello.